
Diana Maggi una actriz tan popular como Boca
La actriz incansable que marcó una época en TV, vivió un amor de cuatro décadas y murió esperando una última ovación
Actuó desde los tres años y se destacó en cine y teatro, pero el programa Matrimonios y algo más la acercó a la gente; terminó su vida esperando que el teléfono volviera a llamar con una propuesta de trabajo
PARA LA NACIONGuillermo Courau
Toda la verdad, ¿nada más que la verdad? “Hay actrices que son conocidas, pero que el público en realidad las ignora porque son gélidas, que ni sufren ni padecen. Y son conocidas, pero no son comunicativas. Popular soy yo: es cuando hay una comunicación intensa entre el pueblo y la figura. A veces me siento postergada. No soy ídolo para los productores, pero sí para la gente. Salís a la calle conmigo y te llevás la sorpresa del país. Por la calle soy Boca Juniors. Pienso que estoy tan, pero tan desaprovechada, en todo sentido… Tengo una trayectoria en cine, puedo tocar el género dramático, la comedia musical; pienso que por ahí eso desconcierta a los productores. O también pienso que si sos mediocre te tienen más en cuenta. Porque el medio nuestro es bastante mediocre […]. Siempre le rajé a que me inventen romances. Tal vez por eso también no sea ídolo […]. Un día aparecen dos fulanitos sin antecedentes vendiendo una licuadora y, si al público le gustan, aunque no tengan ninguna condición, mañana ya tienen su propio programa. Graban discos, se ofrecen en teatros, de todo. Ahora todo es más fácil y rápido, también como producto de una necesidad de que la cosa sea así. Pero así de rápido bajan y una sigue. De repente te acordás: ‘¿Y qué se hizo de fulano de tal?’ A la larga, solo queda la verdad”. ¿Estás segura, Diana?
Diana Maggi murió el 15 de septiembre de 2022, con 97 años de edad y 90 de trayectoria. Pero a su último adiós, en el cementerio de la Chacarita, no fueron más de 10 o 12 personas. ¿Qué había pasado? ¿Qué salió mal? ¿Haberle dado el alma, el corazón y la vida al espectáculo no merecía un adiós multitudinario?
Algunos dijeron que fue el coletazo de una pandemia en retirada, otros que su poca visibilidad mediática (reafirmada luego del fallecimiento de Juan Carlos Dual, en 2015) había anticipado los mecanismos del olvido. Sea cual fuere la causa, no se merecía una despedida tan breve y solitaria. Si había sido una leyenda del espectáculo que brilló tanto en cine como en teatro y televisión. Si trabajó con los más grandes, hizo comedia, hizo drama y hasta murió y resucitó por amor. Su trayectoria en nuestro país fue distinta, increíble y maravillosa; comenzó cuando Maggi tenía tres años y bajó por primera vez del barco que la trajo de Italia a Buenos Aires.
La “vieja loló” y los yuyitos pa’l amor
Durante el proceso de posproducción de Nacha Regules (1950), el editor le dijo al director, Luis César Amadori: “Me parece que esta chica se gana un premio”. Esa chica era Diana Maggi, y la premonición fue tal cual: una vez estrenada la película, la “Tana” ganó el premio a Mejor Actriz de Reparto de la Asociación de Cronistas Cinematográficos y, al poco tiempo, el del Segundo Certamen Hispanoamericano de Cinematografía de Madrid. Llegó a dejar en segundo plano nada menos que a Zully Moreno, protagonista del film.
Ese fue el gran despegue artístico de la joven actriz, aunque no el primero: ya había tenido pequeños papeles previos, algunos con el seudónimo de Diana Mayer. “Tenía 17 años cuando hice Nacha Regules y fue un batacazo -sí, no dan las cuentas, pero la actriz siempre fue muy cuidadosa en decir su edad-. Gané mil pesos por la actuación y no me pude ver en el estreno porque no tenía un mango para comprarme un vestido, ni siquiera para el tranvía. Me dieron ocho premios distintos por esa actuación. Y fui por un momento un gran descubrimiento; en ese momento debo haber sido una revelación”.
Si a los tres años, Diana llegó a Buenos Aires junto con toda su familia procedente de Milán, a los seis años ya estaba arriba de un escenario como parte del ballet infantil del Teatro Colón y no se bajó nunca más.
Más de 30 películas; decenas de obras de teatro (como actriz, pero también como vedette), muchas dramáticas, muchas comedias. Personajes que calaron hondo como “La pebeta”, “La parda Flora”, “La paloma” (aquella que ofrecía “Yuyitos pa’l amor”).
Programas de televisión que marcaron época como Mancinelli y familia, Mujeres en presidio, y más acá en el tiempo, Porcelandia, Buenos vecinos, o Matrimonios… y algo más (de donde quedó aquello de “Soy una vieja loló”); este último, un ciclo que tuvo un lugar especial en su corazón porque le permitió explotar su faceta cómica como nunca antes: “Yo no había participado de la primera época de Matrimonios…, pero conocía la estructura y también por supuesto la probidad profesional de Hugo Moser. Además, el elenco que da vida al programa está integrado por primerísimas figuras, que ayudan enormemente a plasmar con calidad todo lo que se hace. También influye muchísimo el tipo de humor que utiliza Hugo, un humor muy actualizado, que le permite decir muchas cosas serias y urticantes de un modo no agresivo, que siempre termina asimilándose con una sonrisa. Aplicaría muy bien una frase de Alejandro Casona que dice: ‘No hay cosa que, por seria que sea, no pueda decirse con una sonrisa’. El público lo sigue, simplemente porque esta época, sin duda difícil, marca la necesidad de la gente de divertirse, de distraerse. Psicológicamente, el público necesita eso”.
Ella no solo necesitaba ser conocida, sino que además tenía el placer de trabajar con el amor de su vida, Juan Carlos Dual, como ya había sucedido en teatro. Disfrutaron de estar juntos, tanto arriba del escenario como debajo, aun cuando la relación por momentos fue una montaña rusa de alegrías y tristezas, de desencuentros, crisis y de separación.
Amor en remolino
Antes de entrar de lleno en su historia de amor, y para entender también la personalidad de la actriz, es interesante destacar una situación que pudo haber sido guion de un policial, de una película de aventuras o de espionaje, pero que fue real.
Fue el 5 de diciembre de 1966. Ruta 2, a la altura de Bernal. Un agente de la policía caminera ve venir un Rambler a toda velocidad, con las luces apagadas, rumbo a la capital. Se para en medio del camino, para pedirle que se detenga, pero al contrario, el auto acelera e intenta atropellarlo.
Justo en ese momento aparece un segundo auto, que es detenido por la policía. Lo conducía Diana Maggi, acompañada por Olinda Bozán, Severino Lento, Francisco Lento y Aida Rubino (hija de Vicente Rubino). El agente hizo bajar a Olinda, que ocupaba el asiento del acompañante, subió y le ordenó a Diana seguir al Rambler, a como diera lugar. No importaba la velocidad, ni las multas, ni nada. ¿Qué hizo la actriz? Puso primera y comenzó la persecución.
Luego de varios kilómetros, y ya en Wilde, gracias a la actriz se pudo dar con el vehículo. Cuentan las crónicas de la época: “Con habilísima maniobra, Diana Maggi cruzó su vehículo sobre la calzada en San Martín al 300, dificultando toda maniobra de fuga a los reprobables sujetos. El oficial Francini, ametralladora en mano, impartió orden de detención a los ocupantes del Rambler”. Arriesgada, decidida, así fue Diana Maggi. Y siempre, claro, con un toque de humor: “Yo no entiendo nada. En mi vida artística hice todo tipo de papeles, hasta los más impensados, pero de James Bond femenina, juro que nunca”.
Una relación de décadas
Ahora sí, la historia de amor. Dicen que los opuestos se atraen y debe ser cierto porque no había más opuestos que Diana Maggi y Juan Carlos Dual, y se conocieron, se gustaron, se juntaron, se separaron, se volvieron a juntar y se separaron, y otra vez volvieron a estar juntos. Así durante más de 40 años.
Aunque no le gustaba abrir las puertas de su intimidad, Dual recordaba la primera vez que la vio en una entrevista de 1996: “Me habían dicho que era una persona difícil, y yo fui al primer ensayo de La historia de la guita, en el Astral, un tanto prevenido. Estoy por entrar al teatro y la veo corriendo con un criquet en la mano, gritando como una desaforada”. Su mujer lo interrumpió para ensayar una justificación: “Un tipo quiso robarme el lugar para estacionar. Revirada como soy, me bajé del auto y lo seguí a las puteadas por Corrientes porque quería romperle la cabeza”.

Él venía de una separación, ella estaba sola. Ensayo va, estreno viene, la pareja se enamoró. Corría 1967 y parecía que iba a ser para toda la vida. Pero no, un camino de intermitencias desembocó en una separación tan pasional como el amor previo: “Nos habíamos peleado varias veces, pero en esa oportunidad durante más de un año no nos hablábamos, ni nos mirábamos. Y eso mismo te da la pauta de que ‘algo’ hay. Yo estoy convencida de que, bueno, a lo mejor, lo que voy a decir suena cursi, pero es así: yo sé que Juan Carlos es el amor de mi vida. Y creo que si no soy lo mismo para él, por lo menos, soy importante en su vida. […] Dual, es cierto, es el amor de mi vida”. Aquello fue en plena reconciliación, a mediados de 1975 y era una absoluta verdad. Porque un año más tarde se fueron a vivir juntos y siguieron trabajando, conviviendo y amándose, hasta la muerte del actor, en 2015.
El cine le soltó la mano en la década del 80, la televisión la acompañó hasta el 2000, el teatro iba y venía. Pero Diana Maggi no perdía ni las ganas de trabajar ni el buen humor: “Como buena tana, tengo mis momentos de locura, pero sé actuar inteligentemente. Trato de no estar nunca de mal humor, de no llevarle mis problemas a nadie”, decía.
Así siguió su vida cotidiana y metódica, la de siempre, a la espera de que sonara el teléfono por algún trabajo que le devolviera su época de esplendor. Llegó a trabajar en programas de entretenimientos, “para recordarles a los empresarios que existo. El público me trata cariñosamente, pero los empresarios no se acuerdan de mí”, comentó alguna vez.
El teléfono nunca sonó y el público comenzó a acostumbrarse a su ausencia. Su salud comenzó a deteriorarse, producto de su edad, y un día, Diana no se despertó. Probablemente merecía un mejor final, una última ovación de pie. Sin embargo, el hecho de que todavía pueda recordársela con una sonrisa, es señal de que sigue viva en el recuerdo. Diana Maggi no se fue del todo. Y nunca se irá.
Por Guillermo Courau
Fuente: La Nación